Una troika desbocada. La referencia a Leviathan,figura monstruosa aludida en varios textos bíblicos, particularmente en el libro de Job, y también en la literatura contemporánea como título de una novela de Paul Auster, tiene tal vez su metáfora más perturbadora al relacionarse con el poder omnívoro del Estado en el tratado político homónimo de Thomas Hobbes del siglo XVII. No sorprende entonces que un cineasta tan perspicaz y agudo como el ruso Andréi Sviáguintsev (El regreso, 2003; Elena,2011) recurra a semejante figura para plasmar en Leviathan, su película más reciente, la indefensión de un ciudadano común frente a la corrupción económica y política que lentamente va quebrantando su existencia y la de los seres que lo rodean.
En una pequeña población costera al norte de Rusia, Kolia (Alexey Serebryakov), hombre apacible que vive con su esposa e hijo adolescente, se enfrenta en un litigio a un alcalde prepotente que intenta despojarlo de su casa con el fin de utilizar el terreno para negocios personales. Para frenar el acoso y las presiones del político, Kolia pide ayuda a Dimitri, reconocido abogado moscovita y antiguo compañero del ejército, quien accede a ocuparse del asunto. La estrategia disuasiva ideal será evidenciar las corruptelas del alcalde en busca de su relección, y obligarlo a desistir de su empeño.
El realizador y su guionista, Oleg Negin, sitúan la acción en la época actual y hacen del poblado en que vive Kolia y de la anécdota de su querella jurídica, el microcosmos de todo un país en el que imperan, sin freno alguno, la corrupción y la impunidad. La figura de un sacerdote que ostensiblemente se coloca del lado del poder al tiempo que aconseja a Kolia tener en el asunto la resignación y paciencia de Job, señala también la intervención creciente de las instituciones religiosas en los asuntos del Estado. Algunos tratos turbios se manejan en las oficinas del alcalde bajo el retrato de Vladimir Putin, como persistencia de las figuras autocráticas del pasado político del país. A todo esto se añade la lenta desintegración del matrimonio de Kolia y la intratable rebeldía de Roma, el hijo adolescente.
De los conflictos familiares en las cintas anteriores de Sviáguintsev se transita ahora a un señalamiento más directo de las realidades políticas de una Rusia que Dostoievski (un autor favorito del cineasta) calificaba ya de“troika desbocada” en Los hermanos Karamazov. (“Nuestra troika fatal corre al galope hacia el abismo quizá”.) Radiografía lúcida de un país en apariencia resignado a la pérdida de sus valores espirituales y a todo sentimiento de solidaridad humana. El título de la cinta ilustra y condensa la visión pesimista del director en la que, a la fecha, parece ser su realización más afortunada y redonda.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 13 y 16 horas.