lunes, 23 de febrero de 2015

Ganadores de los Premios Oscar 2015

Ganadores de los Premios Oscar 2015
Publicado el 22 - Feb - 2015
Este domingo se lleva a cabo la ceremonia de los Premios Oscar en su edición 87. Aquí puedes seguir nuestra cobertura, donde actualizaremos constantemente la información. - ENFILME.COM
La noche de este domingo 22 de febrero de 2015 se llevó a cabo la ceremonia de los Premios Oscar en su edición 87. Birdman, dirigida por el mexicano, Alejandro González Iñárritu, fue la gran triunfadora con 4 estatuillas, incluyendo Mejor Película y Mejor Director, mientras que The Grand Budapest Hotel también se llevó 4 galardones.
Filmes con más premios obtenidos:
Birdman: 4
The Grand Budapest Hotel: 4
Whiplash: 3

Película
Boyhood (Richard Linklater, Cathleen Sutherland) [leer reseña] 
American Sniper (Clint Eastwood, Robert Lorenz, Andrew Lazar)
GANADOR: Birdman (A.G. Iñárritu, John Lesher, James W. Skotchdopole) [leer reseña]
The Grand Budapest Hotel (Wes Anderson, Scott Rudin, Steven Rales) [leer reseña]
The Imitation Game (Nora Grossman, Ido Ostrowsky, Teddy Schwarzman) [leer reseña]
Selma (Christian Colson, Oprah Winfrey, Dede Gardner)
The Theory of Everything (Tim Bevan, Eric Fellner, Lisa Bruce, Anthony McCarten) [leer reseña]
Whiplash (Jason Blum, Helen Estabrook, David Lancaster) [leer reseña]

Actriz
GANADORA: Julianne Moore (Still Alice) [leer reseña]
Rosamund Pike (Gone Girl) [leer reseña]
Reese Whiterspoon (Wild) [leer reseña]
Marion Cotillard (Two Days One Night) [leer reseña]
Felicity Jones (The Theory of Everything) [leer reseña]

Actor
Michael Keaton (Birdman) [leer reseña]
Steve Carell (Foxcatcher) [leer reseña] 
Bradley Cooper (American Sniper) [leer reseña]
Benedict Cumberbatch (The Imitation Game) [leer reseña]
GANADOR: Eddie Redmayne (The Theory of Everything) [leer reseña]

Director 
GANADOR: Alejandro G. Iñárritu (Birdman) [Video: El plano secuencia de Birdmanleer reseña]
Bennett Miller (Foxcatcher) [La verdadera historia de Foxcatcherleer reseña]
Wes Anderson (The Grand Budapest Hotel) [La simetría y el color en Wes Anderson]
Morten Tyldum (The Imitation Game) [leer reseña]

Escritura - Guión Adaptado
Whiplash (Damien Chhazelle) [leer reseña] 
GANADOR: The Imitation Game (Graham Moore) [leer reseña]
The Theory of Everything (Anthony McCarten) [leer reseña]
American Sniper (Jason Hall) [leer reseñala verdadera historia]
Inherent Vice (Paul Thomas Anderson)

Escritura - Guión Original
Boyhood (Richard Linklater) [leer reseña] 
GANADOR: Birdman (Iñárritu, Giacobone,Dinelaris, Bo) [leer reseña;el final original de 'Birdman']
The Grand Budapest Hotel (Wes Anderson, Hugo Guinness) [leer reseña]
Nightcrawler (Dan Gilroy)
Foxcatcher (E. Max Frye, Dan Futterman) [La verdadera historia de Foxcatcherleer reseña]

Música - Score Original
GANADOR: The Grand Budapest Hotel (Alexandre Desplat)
The Imitation Game (Alexandre Desplat)
Interstellar (Hans Zimmer)
Mr. Turner (Gary Yershon)
The Theory of Everything (Jóhann Jóhannsson)

Música - Canción Original
“Everything is Awesome” de Shawn Patterson (The Lego Movie)
GANADOR: “Glory” de John Stephens y Lonnie Lynn (Selma) [leer reseña]
“Grateful” de Diane Warren (Beyond the Lights)
“I’m Not Gonna Miss You” de Glen Campbell y Julian Raymond (Glen Campbell…I’ll Be Me)
“Lost Stars” de Gregg Alexander y Danielle Brisebois (Begin Again) [escúchala aquí]

Documental
GANADOR: Citizenfour (Laura Poitras, Mathilde Bonnefoy, Dirk Wilutzky) 
Last Days in Vietnam (Rory Kennedy, Keven McAlester)
Virunga (Orlando von Einsiedel, Joanna Natasegara)
The Salt of the Earth (Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado, David Rosier)
Finding Vivian Maier (John Maloof, Charlie Siskel)

Edición
GANADOR: Whiplash (Tom Cross)
American Sniper (Joel Cox, Gary D. Roach)
Boyhood (Sandra Adair)
The Grand Budapest Hotel (Barney Pilling)
The Imitation Game (William Goldenberg)

Fotografía
GANADOR: Birdman (Emmanuel Lubezki) [ver detrás de cámaras]
Unbroken (Roger Deakins)
The Grand Budapest Hotel (Robert D. Yeoman)
Mr. Turner (Dick Pope) [ver detrás de cámaras]
Ida (Lukasz Zal, Ryszard Lynzewski)

Diseño de Producción
GANADOR: The Grand Budapest Hotel (Adam Stockhausen, Anna Pinnock)  [leer reseña, el usos de los animatics]
Into the Woods (Dennis Gassner, Anna Pinnock)
Interstellar (Nathan Crowley, Gary Fettis)
The Imitation Game (Maria Djurkovic, Tatiana Macdonald)
Mr. Turner (Suzie Davies, Charlotte Watts) [Video: recreación de la Royal Academy]

Película Animada
How to Train Your Dragon 2 (Dean DeBlois, Bonnie Arnold) [leer reseña] 
GANADOR: Big Hero 6 (Don Hall, Chris Williams) [leer reseña20 datos de 'Big Hero 6']
The Boxtrolls (Anthony Stacchi, Graham Annable) [leer minicrítica]
The Tale of the Princess Kaguya (Isao Takahata, Yoshiaki Nishimura)
Song of the Sea (Tomm Moore, Paul Young)

Cortometraje -Animado
GANADOR: Feast (Patrick Osborne, Kristina Reed)
The Bigger Picture (Daisy Jacobs, Christopher Hees)
A Single Life (Joris Oprins)
The Dam Keeper (Robert Kondo, Dice Tsutsumi)
Me and My Moulton (Torill Kove)

Efectos Especiales
Dawn of the Planet of the Apes (Joe Letteri, Dan Lemmon, Daniel Barrett) [ver el detrás de cámaras] 
Captain America: The Winter Soldier (Dan DeLeeuw, Russell Earl, Bryan Grill)
Guardians of the Galaxy (Stephane Ceretti, Nicolas Aithadi, Jonathan Fawkner)
GANADOR: Interstellar (Paul Franklin, Andrew Lockley, Ian Hunter)  [ver el detrás de cámarasla ciencia en Interstellar]
X-Men: Days Of Future Past (Richard Stammers, Lou Pecora, Tim Crosbie) [leer reseña]

Actriz Secundaria
GANADORA: Patricia Arquette (Boyhood) [leer reseña]
Emma Stone (Birdman)
Keira Knightley (The Imitation Game)
Meryl Streep (Into the Woods)
Laura Dern (Wild)

Edición de Sonido
Birdman (Martín Hernández, Aaron Glascock) 
GANADOR: American Sniper (Alan Robert Murray, Bub Asman) [leer reseña]
The Hobbit: The Battle of the Five Armies (Brent Burge, Jason Canovas)
Interstellar (Richard King)
Unbroken (Becky Sullivan, Andrew DeCristofaro)

Mezcla de Sonido
GANADOR: Whiplash (Craig Mann, Ben Wilkins, Thomas Curley) [leer reseñaescucha el soundtrack]
Unbroken (Jon Taylor, Frank A. Montaño, David Lee)
American Sniper (John Reitz, Gregg Rudloff, Walt Martin)
Birdman (Jon Taylor, Frank A. Montaño, Thomas Varga)
Interstellar (Gregg Landaker, Mark Weingarten)

Corto Documental
GANADOR: Crisis Hotline: Veterans Press 1 (Ellen Goosenberg, Dana Perry)
Joanna (Aneta Kopacz)
Our Curse (Tomasz Sliwinski, Maciej Slesicki)
The Reaper (Gabriel Serra Arguello)
White Earth (J. Christian Jensen)

Cortometraje
Boogaloo and Graham (Michael Lennox, Ronan Blaney)
Aya (Oded Binnun, Mihal Brezis)
Butterlamp (Hu Wei, Julien Féret)
Parvenah (Talkhon Hamzavi, Stefan Eichenberger)
GANADOR: The Phone Call (Mat Kirkby, James Lucas)

Película Extranjera
GANADOR: Ida (Pawel Pawlikowski, POLONIA)  [leer minicríticaver entrevista]
Leviathan (Andrei Zvyagintsev, RUSIA) [leer reseña]
Tangerines (Zaza Urushadze, ESTONIA-GEORGIA)
Relatos salvajes (Damián SZifrón, ARGENTINA) [leer reseñaver entrevista]
Timbuktu (Abderrahmane Sissako, MAURITANIA-FRANCIA)

Maquillaje y peinado
GANADOR: The Grand Budapest Hotel (Frances Hannon, Mark Coulier) [leer reseña]
Foxcatcher (Bill Corso, Dennis Liddiard)
Guardians of the Galaxy (Elizabeth Yianni-Georgiou, David White)

Diseño de Vestuario
GANADOR: The Grand Budapest Hotel (Milena Canonero) [leer reseñaMilena Canonero: El placer visual del vestuario]
Into the Woods (Colleen Atwood)
Maleficent (Anna B. Sheppard)
Mr. Turner (Jacqueline Durran)
Inherent Vice (Mark Bridges)

Actor Secundario
GANADOR: J.K. Simmons (Whiplash) [leer reseña] 
Edward Norton (Birdman)
Ethan Hawke (Boyhood)
Mark Ruffalo (Foxcatcher)
Robert Duvall (The Judge)

Boyhood - Cine en casa, Domingo 22 de febrero de 2015



No puede negarse que el cine es el medio que captura la esencia del tiempo de manera más fiel. Por supuesto que las películas que se limitan a contar historias o a adaptar libros con puntos y comas se niegan esa oportunidad, pero abundan los filmes que, cuando menos, lo intentan. “Esculpir el tiempo”, decíaTarkovsky; y esculpir en el tiempo. Variadas son las formas de aproximarse a esa rica veta que ofrece el quehacer cinematográfico. Richard Linklater ha dejado constancia en su carrera de que su particular modo de explorar esta posibilidad (retratar el paso del tiempo, mientras pasa) es haciendo filmes que transcurren en lo que se conoce como “tiempo real”, es decir, historias que se desarrollan en el mismo período de tiempo que nosotros atestiguamos en pantalla. Aunque, claro, se da sus licencias poéticas y su “tiempo real” suele expandirse, por lo general al lapso de un día (Slacker, 1991; Dazed & Confused, 1993; Before Sunset, 2004; Before Midnight, 2013), o al de una noche (Before Sunrise, 1995)…o al de doce años (Boyhood, 2014). Durante el intervalo elegido, su misión será exponer las alteraciones existenciales que sus personajes van experimentando.


Por si alguno desconoce la principal peculiaridad formal de Boyhood, Linklater filmó a lo largo de doce años (unos cuantos días en cada uno de ellos) el desenvolvimiento de la historia. Sí, vemos crecer genuinamente, en pantalla, a los personajes. Y, es notorio, el crecimiento personal, de la “vida real” de ellos (particularmente las del niño y la niña que interpretan a los personajes principales) incidió de forma directa en las rutas que el director fue dando a la trama que se representa en el filme. Tomas prolongadas, escasos cortes, tersas transiciones, ayudan a acentuar la sensación de que todo lo que ocurre en pantalla es simultáneo al momento en que es visto por el espectador.


Ese “tiempo real” que parece obsesionar a Linklater fue dilatado en este filme que no puede dejar de considerarse un experimento; uno logrado con tremenda fortuna (en su acepción de suerte –pudo llevarlo a buen puerto, sin desgracias que lamentar en el proceso, sin eventos en las vidas de los involucrados que pudieran desvirtuar el concepto del proyecto-, y también, sobre todo, en la que se traduce en éxito). Un concepto similar fue abordado por el siempre prolífico y polifacético Michael Winterbottom en su filme Everyday, del 2012 (en el que sigue a una familia cuyo padre fue encarcelado por tráfico de drogas, algunas semanas en el correr de cinco años); está el caso de Truffaut y el desarrollo de Antoine Doinel, personaje de Los 400 golpes (aunque a través de varias películas distintas); incluso el de Daniel Radcliffe en Harry Potter, de la misma manera; pero la apuesta de Linklater es mucho más ambiciosa. Verla se convierte en una experiencia a un tiempo (de nuevo el vocablo) encantadora, conmovedora y, es preciso decirlo, desgarradora. Podemos estar enterados de un escándalo político o social, de la vida de un personaje controvertido o de un hecho histórico, pero si lo vemos en pantalla grande, adquiere otra dimensión (literalmente) nuestro modo de asimilar el hecho; por lo general, más contundente. Sabemos, experimentamos todos los días el paso indetenible del tiempo, pero el verlo suceder en la pantalla, recibido por nuestros ojos y entendimiento, es abrumador. Nos hace corroborar lo efímero que es todo en este mundo, lo delicada que es la construcción del día a día, lo frágiles que somos y por ende lo complejo que es tejer relaciones con seres que también lo son (aunque estos sean nuestros padres); ratificamos lo tragicómicos que somos los humanos; la impotencia que nos representa no poder congelar los momentos felices, salvo a través de la memoria; las hondas heridas que nos producen episodios traumáticos (particularmente en los años de transición infantil) y que nunca cicatrizan del todo. Y ahí es donde cobra altísima relevancia Boyhood. Pues a pesar de que, como suele ocurrir en los filmes de Linklater, los personajes siempre parezcan tener –sin importar la edad- el comentario perfecto para enunciar dentro de un diálogo sin mácula (algo muy estadounidense, por lo demás), o alguna situación de las expuestas de pronto pueda parecer forzada, la suma de aciertos (observaciones precisas y definitorias) queda vertida en un documento hecho memoria fílmica que consigue tocar cuerdas sensibles respecto a lo que significa ser, sentirse humano, en una existencia medida por el movimiento y el cambio, todo ocurriendo en este fluir de acontecimientos que es la vida.

De nuevo: quien vaya esperando que le narren una historia, la progresión de una trama, la colección de secuencias extraordinarias, un momento climático y un desenlace, probablemente saldrá muy decepcionado. No hay grandes acciones, romances, drama; tampoco exploraciones psicológicas profundas o secuencias oníricas de belleza sublime. En Boyhood no pasa demasiado, más allá del propio tiempo, de la vida en el tiempo… aparentemente.  “This is all the shit they cut out in a movie”, bromeó Linklater en una entrevista. Mason (Ellar Coltrane) es el personaje principal del filme (el vínculo a través del que nos acercamos a la historia), que cuando inicia tiene seis años, pero la importancia de su figura se explica a partir de la estrecha convivencia establecida con su hermana un poco mayor, Samantha (Lorelei Linklater), y su Madre (Patricia Arquette). Su Padre (Ethan Hawke), separado de ellos desde que principia el filme (llevan año y medio sin verlo) intenta afianzar su imagen de pater familias con ellos hasta donde la convivencia, en el mejor de los casos quincenal, se lo permite. Es un hombre tan afable como inmaduro que, pese a sus esfuerzos, continuamente se va perdiendo de momentos irrepetibles para sus hijos. La Madre carga con todo el peso de la responsabilidad sobre los niños; su situación es asfixiante, gana poco dinero, los debe cuidar, no tiene espacio ni tiempo propios y quiere seguir estudiando para mejorar la condición en que viven. La presión a la que está sometida, su propia personalidad y el pobre criterio con el que toma ciertas decisiones, la colocan en relaciones con hombres borrachos y agresivos, y a sus hijos en el peligro resultante. A Mason lo vemos ir absorbiendo las experiencias de mudar de casas, cambiar de escuelas, soportar a los novios y esposos de su Madre, y darse cuenta de que su padre no vivirá con ellos. Así aprende a aprovechar, junto con su hermana, las ocasiones en que se encuentran con él, salen, se divierten y escuchan sus peculiares consejos. Y simultáneamente atestiguamos cómo el mundo, las modas (aunque la Texas suburbana, en donde todo el filme ocurre, parece estar un poco abstraída de ellas), las costumbres, la tecnología, incluso las ciudades, se van modificando; todo acompasado al ritmo de una rica selección de canciones de Linklater (aquí el filme que resuena es su School of Rock, 2003) que marca la pauta del paso de los años, el tono de ciertos episodios y la evolución de las propias tendencias musicales ocurridas del 2000 al 2012, con algunos salpicones de clásicos (Paul McCartney y Bob Dylan). Arranca con Coldplay y The Hives, y pasa por Flaming Lips, Cat Power, Wilco y Phoenix entre varios otros, hasta llegar a los Black Keys, Arcade Fire y, por supuesto, a Family of the Year que con la canción “Hero” se inmortalizarán adheridos a la trascendencia que ya acompaña a este filme.

La elección de Linklater de los incidentes, pasajes, eventos, situaciones que plantea en Boyhood es casi matemática, hecha con juicio y gran sentido del momento y de la concatenación de los momentos. No es de ninguna forma fácil ir armando procesos de producción, aunque sea de unos pocos días, durante doce años seguidos. Se necesita plantear secuencias que sean representativas de los años que corren y que la familia sobrelleva; que con poco digan mucho; que no impliquen problemas mayúsculos al ser filmadas; que, con el paso de los años, no corran el mínimo riesgo de volverse anacrónicas o de no encajar con el resto de los capítulos; que marquen las progresiones graduales del desdoblamiento de las vidas que se exponen.  Y así va cobrando vigor la amalgama de los momentos cotidianos, los sencillos, los que componen la mayor parte de sus días (y los nuestros) y, sumados, de la vida entera, con los que, para bien y/o para mal, se orienta la definición de quiénes somos: las charlas iluminadoras, los gestos de amor inigualables, las riñas turbadoras (propias o las atestiguadas), las primeras visitaciones al cuerpo femenino a través de revistas, los paseos edificantes, el corte de pelo trágico, los rechazos insuperables, los besos únicos, las primeras borracheras, el origen de la pasión por un oficio, los pactos (tácitos o explícitos) irrompibles. Linklater opta por otorgarle al conjunto equitativa importancia, pues todas las situaciones forman parte del engranaje de la vida, y si bien evidentemente no todas guardan el mismo peso en nuestra formación, ni en nuestra memoria, también es cierto que todas, cada una, aportan significativamente a la composición de la médula de las personas.

Resulta fascinante ver la transformación que sufren Mason y Samantha. Para quienes son padres será un poco más fácil identificarse con esa noción de que el paso del tiempo te confronte de forma más palpable a través de los niños. Arquette y Hawke cambian, sí, pero tanto en el aspecto físico como en el de la personalidad no sufren grandes mutaciones (la fresca y lisa cara de Hawke va acumulando líneas en los ojos y su pelo termina hospedando mechones blancos en las sienes, pero es necesaria la adición de un bigote para despejar toda duda sobre los años caminados; Arquette los evidencia más, pero igualmente es imperioso recurrir a los cortes de cabello y al volumen corporal para enfatizarlos). Ambos han vivido los años cruciales para lograr o no sus metas. Las oportunidades escasearán, lo que no se hizo es muy probable que nunca se logre. La soledad campea, los recuerdos se acumulan. Los puyazos que les ha asestado el pasado los ha marcado, y la fatiga (más que la madurez) lo ha aplacado. El cambio físico de los niños, es preciso insistir, desconcierta tremendamente, y lo hace con mayor intensidad cuando sucede mientras contemplamos la manera en que Mason transita de la ternura e inocencia infantil a la agitación de las tribulaciones adolescentes y, posteriormente, al inicio de la responsabilidad adulta; el proceso durante el que se va convirtiendo en hombre. Tanto que cambia y tanto que permanece; la esencia, por ejemplo –es obvio- y, con ella, muchos de los valores e igualmente de los vicios.

En una conversación con su novia, cuando el filme se adentra en la etapa conclusiva, Mason habla de la incertidumbre que le provoca la inminencia de la etapa universitaria y bromea que ve a su madre tan confundida como él está. El crecimiento y la confusión: dos de los pilares temáticos sobre los que Linklater ha edificado su obra fílmica. Al final, parece concluir el director, aunque con variaciones accidentales aquí y allá, siempre seguiremos siendo los mismos: algo menos obvio de lo que solemos creer. En realidad, lo que subyace tras las capas de experiencia y  las caretas con que afrontamos las distintas eventualidades, es el radical desconcierto sobre lo que somos, nuestra misión en la vida, y la imposibilidad de comprender a fondo su naturaleza y la forma que encajamos en ella. Su finitud otorga dimensión a la forma en que medimos el tiempo. ¿Y después?

Imposible concluir –porque Boyhood nos lo restriega tenaz- sin aludir a la fugacidad con que se desempeña el tiempo. Y, de nuevo, a pesar de que muchos sienten que la película es pausada y prolija, guarda el ritmo interno propicio para permitirle al espectador testificar cómo, incluso sin parpadear, el tiempo huye de nosotros a tal velocidad que nos es imposible alcanzarlo. Así de rápido, incluso como un filme de casi tres horas, todo se habrá terminado. Por eso nos provoca la ansiedad, desconcierto, impotencia, descomunal nostalgia y hasta miedo que vemos en los personajes de esta familia contemporánea aunque, como ellos, nos las arreglemos para ir capoteando la forma en que nos asalta cada nuevo día con su conjunto de contingencias, con la mejor cara posible (por más variaciones que ésta vaya sufriendo). Richard Linklater ha cuajado una obra suprema materializando una de las abstracciones que le resultan más elusivas al hombre. Ha escrito poesía con la prosa más fina.

Whiplash - Cine en casa, Sábado 21 de febrero de 2015




Hay un momento en el documental Beware of Mr. Baker (2012) en el que vemos a uno de los más talentosos y admirados bateristas de rock del mundo,Ginger Baker (de Cream, Public Image, entre varios), mostrar cierta autocompasión por su inferior talento frente al de los bateristas de jazz.Whiplash echa luz sobre por qué Ginger pudo haberse sentido así. Para muchos –equivocadamente– el jazz es principalmente relajación e improvisación, pero esta segunda película del joven director Damien Chazelle muestra que el imaginario común está tajantemente equivocado. El jazz requiere del mismo rigor y disciplina que la música clásica. Para dominarlo, debe comenzarse a practicar el instrumento desde niño, diariamente durante largas y abundantes horas, y sacrificar mucho, casi todo, si se quiere llegar a ser el mejor, como es el anhelo de Andrew, el protagonista del filme.


A los 19 años, Andrew Neyman (Miles Teller) estudia en el conservatorio Shaffer de Nueva York (“la mejor escuela de música del país”) y el director de la mejor orquesta estudiantil de jazz, que resulta es la de Shaffer, le ha echado el ojo encima. Desde el inicio, Terence Fletcher (J.K. Simmons ), este director, comienza un acecho brutal hacia Andrew. Lo adula, lo seduce, lo intriga, lo confronta, y de un zarpazo marca violentamente territorio. Rápidamente deja en claro quién manda y que ese mando no tiene límites. No transcurre demasiado tiempo para que Fletcher invite a tocar a su presa a su orquesta, y desde el primer día de ensayo despliega un espectáculo sadomasoquista: ningún alumno se atreve a mirarlo directamente a los ojos; él los agrede con insultos que merecen un lugar entre los más ojetes del cine, los humilla, los golpea, los atemoriza y aterroriza, y todos siguen esforzándose para permanecer ahí. La competencia es despiadada. Saben que cada una de las sillas que ocupan es mundialmente privilegiada. No hay reglas ni modales porque el triunfo absoluto es la meta. Aquí no vale el “todos son ganadores”. La mediocridad podrá ser la norma en los medios populistas; el conformismo podrá ser suficiente en la cultura de la relatividad y la comodidad, pero no para estos jóvenes que respiran el método y la constancia, y que viven bajo los parámetros de la excelencia, sin subjetividades. Para agregarle presión a la olla exprés, Fletcher cree que el temor y la humillación son dos filtros extra que lo ayudarán a encontrar a ese genio único, a ese diamante que él rescatará del carbón para pulirlo y colocarlo entre las joyas de la trascendencia.




Fletcher es una figura sumamente seductora y compleja. Es monstruoso, sí, pero hay nobleza en sus objetivos e incluso cierta humildad. Se asume a sí mismo como una herramienta, no un protagonista. En la anécdota que cuenta repetidas veces sobre el ascenso de Charlie Parker –el legendario jazzista estadounidense–, él quiere ser el Jo Jones que lo humilló en el escenario aventándole un platillo, lo que lo hizo practicar incansablemente durante un año, para volver, dar el mejor solo de saxofón de la historia y convertirse en el mítico “Bird”. Fletcher es una sombra que ladra, y detrás de sus ladridos, hay un profundo amor a la música. Simmons lo personifica con confianza, fuerza y convicción. Su cuerpo grande y tosco, vestido siempre de negro, su edad, sus gestos intimidatorios, inspiran respeto desde su primera aparición. Hay cierta artificialidad en él. Es un actor interpretando a un personaje interpretando a un personaje: Simmons haciéndola de Fletcher haciéndola de maestro implacable que inspira miedo y respeto (esa poco políticamente correcta dupla, pero efectiva), aunque por dentro pudiera estar alguien más calculador frente a sus alumnos. Eso explicaría su constante halo sardónico. Y que Chazelle haya elegido no mostrarlo fuera del contexto de los pupilos.  

Andrew es nuestro punto de vista. Lo interpreta Teller (Divergente, 2014) de 27 años, que estudió batería, por lo que pudo realizar muchas de las escenas en las que toca sin que un músico doble tuviera que sustituirlo en todas las tomas de demanda musical. Parece enfermo y un tanto ausente. Su retrato no tiene nada que ver con la pose de erguida rebeldía de los roqueros. No parece de este mundo. Es un geniecillo en ciernes totalmente entregado a su arte. Cuando practica, es obsesivo. Cuando está frente a su profesor, es un insecto. Y fuera del ámbito musical, es un tímido antisocial, obsesionado con la grandeza y, una vez que ha puesto apenas la punta de la lengua sobre el éxito, se vuelve grosero y vanidoso, muestra una agresiva sobreconfianza en sí mismo, aunque necesaria para quien se sale de las convenciones de su círculo cercano. Sabe lo que quiere y sabe, a diferencia de la gran mayoría, que está dispuesto a sacrificarlo todopara conseguirlo. Su ciega –o sumamente visionaria– determinación plantea en la película el dilema del sacrificio y el éxito: ¿qué tanto es ‘lo correcto’? ¿Qué tanto vale el sacrificio? O, por el lado del maestro: ¿qué tanto vale aplastar a unos cuantos por encontrar a ese único nuevo Charlie Parker, que podría nunca aparecer? ¿Qué tanto vale socavar la dignidad del otro arriesgando el orillarlo a la destrucción con tal de sacarle lo mejor? Para acabar de amainar las preguntas, está el padre de Andrew y la chica con la que sale. Sobre el primero, Jim (Paul Reiser), aunque lo ama y en él encuentra el consuelo natural de un hijo en un padre, también es su antiejemplo en el ámbito profesional: un profesor de literatura de preparatoria, una insinuación de escritor fracasado, que fue abandonado por su mujer en cuanto su hijo nació. Es cariñoso y bueno como progenitor entregado: pero su propensión a la seguridad más que al riesgo para alcanzar metas altas lo erigen como una figura a la que Andrew rechaza. Y esto se vuelve decisivo en el abrazo entre ambos, hacia el final de la película, previo a la estruendosa culminación. En cuanto a ella, Nicole (Melissa Benoist), es una joven desubicada con la que empieza a salir y que finalmente tiene que hacer a un lado, no sin lastimarla, para seguir su camino, porque la falta de ambiciones en ella, la volvería eventualmente una carga.

El filme funciona como un thriller en el que maestro y alumno comienzan un juego de poder y persecución, a veces entre ellos; otras, por una misma causa invisible, elusiva, quizá inalcanzable. Es un baile psicológico acompañado por una selección de piezas musicales violentas, iridiscentes, escogidas para hacer notar la batería y para ayudar a que corra la adrenalina. Chazelle sabe cómo inyectar emoción desde los primeros minutos, cuando perfila a sus personajes. El director, que alguna vez fue estudiante de jazz, nos introduce al mundo del conservatorio como verdadero anfitrión y también con gran dominio cinematográfico. Es un ambiente machista con las mujeres como minoría; las formas de rivalidad están basadas en valores de macho: el dominio sobre el otro y los golpes (metafóricos y no). El fotógrafo Sharone Meir (Crazy Eyes, 2012) retrata a los instrumentos como si fueran seres animados, con close-ups que revelan parte de su personalidad. En el caso de los alientos: elegantes, saliendo de sus estuches; las embocaduras levantadas, siempre listas; las válvulas y los pistones, en erguido y continuo movimiento; las válvulas de evacuación, saturadas con baba chorreante. En el caso de la batería, es la víctima de la furia creativa de Andrew. Sobre ella caen, además de los golpes de las baquetas, el sudor, las lágrimas y la sangre de su practicante. En un mundo donde el movimiento no es tan vistoso, Chazelle se acerca con un lente que confronta para magnificar sus elementos, aumentar su poder y equiparar lo visual a la fuerza del sonido. Vuelve tremendamente cinematográfico –con el montaje y la elección de tomas, el ritmo y su acomodo–, lo que podría ser una mera descripción. No importa que los espectadores jamás hayan escuchado con atención una pieza de jazz, el director elige para Andrew, como reto principal frente a la batería, la velocidad, algo que cualquiera conoce, por encima de alguna sutileza. Despliega este mundo con tal naturalidad e intensidad, que envuelve y cautiva en minutos, sin dar espacios de tregua para hacer preguntas.

Whiplash es un concierto sin fin. Una crítica a la cultura del conformismo, y una contundente oda a la mentalidad competitiva. Es un concierto acechado por el terror. El miedo del alumno al profesor no es nada contra el terror al error, el pánico al fracaso, a la soledad de la falta de aplausos. La fascinación por este género, Chazelle la ha plasmado en los guiones de El último exorcismo. Parte II(2013); y otro thriller también, Gran piano (2013), sobre un pianista estrella que antes de iniciar su concierto encuentra escrito en la partitura: “toca mal una nota y morirás”. Whiplash es un musical asido a una fórmula de sube y baja emocional. El último cuarto de la película, que dispone dilemas morales para el alumno, definitorios para la maduración de su personalidad, deja pasar algunas dudas sobre sus resoluciones. Spoiler alert: Alguien con la determinación de Andrew y con la comprensión de la importancia de una personalidad como la de su profesor para alcanzar el tipo de metas que lo seducen, ¿lo traicionaría solo por complacer a un padre en el que nunca ha confiado para tomar decisiones sobre su carrera? ¿Alguien que tiene como modelo al autodidacta Charlie Parker, alguien tan convencido de su propio talento, se rendiría solo por haber sido corrido de la escuela a partir de una situación causada por una serie de accidentes (demasiado forzados, por cierto)? La falta de integridad en Andrew, que se resuelve de forma rápida y didáctica, con una charla en la que Fletcher da razones sobre los motores de su personalidad, sirve como curva depresiva solo para hacer el clímax aún más climático. Y funciona: como espectador, te mantiene al filo a pesar de las coincidencias forzadas. Chazelle lo maneja lo suficientemente bien para que queramos dejarnos llevar por su efectismo, aunque se resuelvan tramposamente las preguntas que sostienen el relato. La última secuencia es una explosión controlada de energía. Controlada por la maestría y la ambición de dos monstruos que por fin pueden tocar en armónico conflicto y demostrar que han pasado por encima de ellos mismos y de otros para hacer historia.