viernes, 5 de agosto de 2016

El arte, un lugar donde el fin justifica los medios - Werner Herzog

Werner Herzog
Publicado el 31 - Mar - 2011
 
 
 
El arte, un lugar donde el fin justifica los medios
Por Alberto Delgado de Ita
El cine de Werner Herzog funciona bajo premisas maquiavélicas: las piezas cinematográficas cobran más importancia que su vida y la de sus actores. Como director enfrenta los retos de producción de manera impulsiva, arriesgada y valiente; casi del mismo modo en que sus personajes de ficción se oponen a la adversidad. Cumple con su fin de director al contar historias en las que las irracionales empresas del hombre terminan siendo sometidas por la abrumadora indiferencia de la naturaleza. Las hazañas de sus personajes articulan los anhelos de una conciencia colectiva proyectada en la pantalla. Así, quizá, narra la crónica íntima de lo que somos.
Las atmósferas de sus películas se constituyen desde la ambivalencia entre lo bello y lo terrible. Para Herzog, lo bello consiste en un velo que vuelve tolerable la miseria, el horror y el caos que se constituyen dentro del campo de lo terrible. Desde este velo se percibe una pulsión estremecedora de la que la fascinación y el misterio emergen.
En este sentido, la selva es un elemento clave en su filmografía. En Burden Of Dreams (1982), documental de Les Blank que narra el complejo rodaje deFitzcarraldo (1982), Herzog comparte su idea sobre la selva. En ella, dice, sólo ve asfixia, sobrevivencia y miseria, pero con una profunda admiración. Este ambiente mísero y vil funge como escenario en el que se desenvuelven historias en las que el hombre insólito se enfrenta a un medio insólito, creando acciones insólitas. En este filme, Fitzgerald (Klaus Kinski) está obsesionado con la construcción de un teatro de ópera en medio de la selva para que el tenor italiano, Enrico Caruso, cante en Iquitos frente a los indígenas del lugar. Para lograrlo debe hacer una fortuna en el negocio del caucho, para lo que debe conducir su enorme y pesado barco por encima de un monte. En Cerro Torre: Schrei aus Stein (Scream of Stone, 1991), Roccia (Vittorio Mezzogiorno) es un alpinista que acepta el reto de conquistar una de las montañas más difíciles del mundo. En el camino pierde a su mejor amigo y desplaza el éxito deportivo por el ascenso solitario que deviene una experiencia espiritual.
A manera de simbiosis entre el cine y su realización, Herzog posee el coraje de sus personajes. Si Fitzgerald debía atravesar un barco por la montaña en la selva amazónica en Fitzcarraldo, Herzog tuvo que arrastrar por la pendiente el barco de Fitzgerald, aún cuando un ingeniero le demostró matemáticamente la imposibilidad de su deseo. Y cuando había que filmar el ascenso de Roccia sobre “Cerro Torre”, Herzog trasladó a su equipo para filmar la escalada, rodando siempre que la cámara aguantara y que al operador no se lo llevara el viento.
Para este cineasta alemán, que creció en un pueblo de Baviera y que nunca vio televisión ni películas de niño, que realizó su primera llamada telefónica a la edad de 17 años y que hizo viajes a pie tan extremos y significativos como sus películas, la pasión debe sobreponerse a las convenciones, sin importar los medios que se deban acatar para mantener el sentido de su existencia como realizador. Por eso Herzog recurre a métodos descomunales. Por eso amenazó de muerte a Klaus Kinski, durante la realización de Aguirre, der Zorn Gottes(Aguirre, The Wrath of God, 1972) cuando quiso abandonar el rodaje, asegurándole que cuando alcanzara la curva del río tendría ocho balas en la cabeza; de esta manera encerró la histeria del peculiar actor alemán en la pantalla. Por eso hipnotizó a sus actores en Herz aus Glas (Heart of Glass, 1976). Por eso dice que es más importante tener las agallas para robarse un coche que saber analizar los filmes de Kurosawa. Por eso se robó una cámara para hacer sus películas y se comió su zapato para apoyar el primer filme de su amigo Errol Morris. 
El cine de Herzog es un medio que refiere al arte mediante la estética sublime y a la vida mediante la búsqueda tortuosa de lo ideal. Herzog como artista transita entre estos dos mundos. Su cine se deja ir por la pulsión de exceder el margen de lo ordinario, de enfrentar los límites dentro de lo posible, de arriesgarse al igual que sus personajes a lo absurdo. Sus películas recurren a figuras del conquistador conquistado. En Aguirre…, durante su expedición por el Amazonas, buscando la mítica ciudad de oro, “El Dorado”, Lope de Aguirre comete todas las bajezas de un demente soberbio. Termina solo, con su balsa encallada, rodeada por una corte de monos. De igual manera sucumben el temido supervisor de esclavos Francisco Manoel da Silva, ante la implacable Africa, en Cobra Verde (1987), Fitzgerald, ante el desorden natural, o el ambientalista Timothy Treadwell, ante sus amados osos, en Grizzly Man(2005). Este último filme, aún siendo parte de su filmografía documental, no se separa de la línea temática que atraviesa su obra.
Para Herzog, ambos, documental y ficción, caminan por los linderos de la desmesura. En La Soufrièr (1977), Herzog y dos cinematógrafos arriban a la Isla de Guadalupe después de una fuerte actividad volcánica que amenazaba con provocar la desaparición del pueblo. Los habitantes habían sido evacuados y sólo tres campesinos decidieron quedarse a esperar la muerte a las faldas del volcán. Los seis aguardan la supuesta catástrofe, pero, extrañamente, el volcán nunca estalló.
En Herzog, es indiscernible la división entre su cine documental y de ficción. Para él, su mejor documental ha sido Fitzcarraldo. Su cine documental no intenta registrar de manera objetiva la realidad para mostrar una verdad, sino que manipula, recrea y expone una verdad íntima y sincera, acompañada de reflexiones que transforman las imágenes en poesía. Si existe una distinción, recae meramente en lo formal, en la manera de contar los hechos, en los distintos formatos narrativos y en el origen de las imágenes filmadas.
Todas sus personas y personajes, parias enfermos o extraños, enanos, vampiros o retrasados mentales que ponen en jaque a la razón, juegan con los límites de lo ordinario. Todos comparten una condición sublime y una obstinación exacerbada, ya sea atravesando en barco una montaña en el Amazonas, o, como enano, intentando subir una cama para tener relaciones sexuales (Auch Zwerge haben klein angefangen, Even Dwarfs Started Small,1970). Sus filmes interrogan lo posible. Si Herzog se entrega a un tipo de realización similar a la que experimentan sus personajes, no es por salvaguardar una visión real y objetiva de los acontecimientos frente a la cámara, sino por transformar la experiencia de la película. Así desdibuja la distancia entre espectador y pantalla. Así convierte el acto de ver una película en un ritual donde la contemplación estética de lo sublime roza lo inalcanzable.