viernes, 23 de mayo de 2014

Historias de caballos y hombres






En Historias de caballos y hombres, su debut como realizador, el actor islandés Benedikt Erlingsson (protagonista en El jefe de todo esto, de Lars von Trier), ofrece un relato coral sorprendente.

Varias anécdotas conectadas entre sí, con el ojo de un caballo como elemento de transición narrativa, describen la vida cotidiana de una comunidad rural islandesa. Lo que pudiera ser una crónica costumbrista, maliciosamente se transforma en una comedia negra con tintes líricos y una carga muy aguda de observación social. La premisa es sencilla: mostrar las equivalencias y contrastes entre la conducta humana y el instinto animal, tomando como objeto de estudio a los propietarios de caballos y a los propios cuadrúpedos que en todo tiempo parecen observarlos.


En una escena, un jinete cabalga a su yegua blanca favorita y se dirige a cortejar a una viuda, dueña a su vez de un corcel negro en brama. Sigue una situación jocosa en la que se oponen el deseo aún insatisfecho de la pareja humana y el instinto sexual desbocado de los animales. La farsa, sin embargo, concluye en un drama.

Otras escenas se antojan casi surrealistas, como la de un caballo, cargando a un jinete alcohólico, que literalmente cabalga en un mar embravecido hacía el navío carguero ruso que habrá de proveer una bebida mortífera. El montaje de la cinta es eficaz y la banda sonora, omnipresente, tiene una variedad y fuerza memorables. Las historias se suceden como parábolas de una grandeza animal y una miseria humana caprichosamente intercambiables.


Una de las escenas más bellas ilustra la fragilidad del ser humano en su contacto con la naturaleza, al tiempo que su inventiva para enfrentar sus severidades. Juan, un joven colombiano, recurre a un expediente extremo para no morir de frío, y en su denodado empeño hay la poesía de algún cuento de Maupassant, aquél del soldado rescatado de la inanición por la leche materna, con una curiosa variante, aquí en el más inclemente de todos los inviernos.

En esta reunión de historias locales, casi leyendas de una tradición oral, la generosidad en la observación ha desplazado por completo a toda sátira. Caballos y hombres comparten una vulnerabilidad semejante, con los instintos de los primeros y los sentimientos de los segundos confundiéndose de modo perturbador, al punto de que pareciéramos descubrirla por vez primera. Una mirada realista a la tradición ecuestre, entre el documental y el registro costumbrista, sirve sorprendentemente de enlace para revelar con brío narrativo aristas novedosas de la condición humana.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 12 y 18.30 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1

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