lunes, 27 de enero de 2014

Mood Indigo




Por Luis Fernando Galván (@luisfer_crimi)

“Toda la fuerza de las páginas de demostración que siguen procede del hecho que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo”. Con esa afirmación, situada en el prefacio, el escritor francés Boris Vian comienza su relato La espuma de los días (1946). Una visión delirante e inventiva, con espacios fantásticos y situaciones desconcertantes, cuya adaptación cinematográfica cayó en manos del realizador,Michel Gondry (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004), quien, ante la invitación del guionista y productor, Luc Bossi, no dudó en trasladar al ámbito cinematográfico uno de sus libros favoritos y rendirle tributo al autor que despertó su creatividad –un hombre que tuvo la desdicha de morir, a causa de un infarto, a los 39 años, mientras era espectador de la adaptación cinematográfica de su obra Escupiré sobre vuestra tumba(1946)–.

Mood Indigo narra la historia de Collin (Romain Duris), un afable y elegante hombre que tiene el dinero suficiente para vivir sin trabajar. Reside en un departamento parisino compuesto por una pequeña habitación, un largo pasillo, una cocina atiborrada de utensilios y alimentos, y un cuarto donde resguarda su “pianoctel” (un piano que mezcla licores basándose en la combinación de las piezas que se interpreten). Comparte su recinto con el fuerte y carismático Nicolas (Omar Sy) que, como su cocinero particular, le prepara exóticos y llamativos platillos como la anguila con crema de limonada. Su mejor amigo, Chick (Gad Elmaleh), es un hombre que vive obsesionado con la figura del destacado pensador Jean-Sol Partre (clara referencia al filósofo existencialista, Jean-Paul Sartre, de quien Vian fue colaborador cercano, al igual que de Albert Camus); compra todos sus libros y asiste a cada una de las conferencias que imparte en la capital francesa. Al enterarse de las respectivas relaciones amorosas que mantienen sus amigos –el primero con la atractiva Isis (Charlotte Le Bon); el segundo con la inteligente Alise (Aïssa Maïga)– Collin exige enamorarse.

Una vez que el personaje está decidido a actuar para dejar atrás su condición de ‘solterón’, acude a una fiesta donde conoce a la encantadora y tierna Chloé (Audrey Tautou). Sus primeros encuentros están caprichosamente concebidos por Gondry, quien está más interesado en el desafío técnico que implica la elaboración de imaginativos ‘sets’ que en la evolución emocional de los personajes. Hay un baile en la fiesta con música de Duke Ellington, en el que las piernas de los personajes se alargan y doblan como barras de plastilina, un paseo por el cielo de París a bordo de una nave en forma de nube y una visita a una pista de hielo donde sucede una muerte inesperada que no parece asombrar a uno solo de los asistentes. El proceso de enamoramiento es honesto, pero apresurado y más formal que introspectivo. El mutuo cariño de Collin y Chloé los conduce hasta el altar de una iglesia, donde el sacerdote (Vincent Rottiers) hace su entrada mediante un transbordador espacial, y los obliga a ganar en una carrera de cochecitos su lugar para casarse. En el libro de Vian, esta situación está cargada de una fuerte crítica al poder de la iglesia, y que el cineasta francés aligera para dotar de humor el momento.

Gondry aprovecha el texto de Vian para poner en marcha su mente creativa y decorar la relación amorosa con una boda en las profundidades del mar, un arcoíris que acompaña a la pareja rumbo a su luna de miel, una pantalla dividida que muestra la convivencia del día soleado y el lluvioso, la ralentización para hacer perdurables algunos momentos de esparcimiento y diversión de la pareja. Esto sólo evidencia que los objetos y escenarios de su alrededor parecen estar más vivos que los personajes: hay un timbre que es aplastado como una cucaracha, una mesa que se desplaza mediante unos patines, unos zapatos que actúan como perros, una corbata que se desliza simulando ser una serpiente. Existe un exacerbado entusiasmo de Gondry de potencializar los elementos visuales de la novela; por ejemplo, mientras Vian se limita a mencionar la presencia de un pequeño grupo de ratones que habita el departamento de Collin, Gondry muestra a un pequeño hombrecito que viste una sucia botarga y que ridículamente se traslada de habitación a habitación en dos pies para representar al roedor.

 Además, los ingredientes poéticos –aquellos que Vian teje paulatinamente con su pulcro lenguaje cuando Collin declara su amor a Chloé (“Harán falta meses y meses para que me sacie de darte besos. Harán falta meses y meses para agotar los besos que quiero darte, en las manos, en el pelo, en los ojos, en el cuello. Chloé, quiero sentir tus senos sobre mi pecho, mis dos manos cruzadas sobre ti, y tus brazos alrededor de mi cuello, tu cabeza perfumada en el hueco de mi hombro, y tu piel palpitante, y el olor que se desprende de ti”)– son eliminados. Esto se intensifica cuando son abordados los vínculos emocionales de los personajes secundarios. Ellos aparecen y desaparecen casi al azar, como si las piezas enteras de sus historias se quedaran olvidadas en la sala de montaje.  Los distintos tipos de amor (el físico entre Nicolas e Isis; el intelectual entre Chick y Alise) sólo son sugeridos, dibujados de manera superficial y desaprovechados para reforzar el amor (idílico) de los protagonistas.

El idilio de los enamorados tropieza con una planta acuática conocida como nenúfar que se deposita en el pulmón derecho de Chloé. La enfermedad de la protagonista (referencia inmediata al reumatismo cardiaco y edema pulmonar que sufrió Vian desde niño), la pobreza, el sacrifico y la infelicidad se vuelven parte de la rutina cotidiana de Collin, quien, evidentemente, no estaba preparado para ello. Ante el constante deterioro de su amada, las paredes y muros “cobran vida” y lo aprisionan (metáfora de la desesperación y tristeza del hombre); su pequeña habitación se reduce y busca asfixiar a todos los habitantes de la morada. Además del estrecho tamaño, su departamento se vuelve sucio, gris y nostálgico, adquiriendo la apariencia de una ciénaga (elemento que en la novela de Vian sugiere la presencia de un pantano, pues el escritor fantaseaba con aquellas zonas de Nueva Orleans).

Collin pierde sus ahorros y adquiere una fuerte deuda económica (debido a los préstamos que le hace a su amigo Chick, y al peculiar y caro tratamiento médico al que es sometida Chloé) y se ve obligado a trabajar. La crítica a las inhumanas condiciones de la clase obrera y a la guerra, presentes en la novela, son recuperadas brevemente por Gondry. Collin ingresa a una empresa que fabrica armas; los fusiles que construyen requieren calor humano para funcionar. Las bellotas metálicas –utilizadas como balas– son cubiertas por varias capas de tierra, y los trabajadores deben desnudarse y abrazar la tierra durante 24 horas para brindarles su calor corporal a las bellotas. Mientras las desgracias se acumulan, la lente de Christophe Beaucarne–director de fotografía de Mr. Nobody (Jaco Van Dormael, 2009) y Tournée (Mathieu Amalric, 2010)– se aleja de la festividad colorida para adquirir un tono monocromático que pretende colocarse a la par de la sensación de desdicha de Collin. Esta decisión artística tiene sentido, pero resulta amanerada y forzada en su ejecución. Nuevamente, el diseño visual parece estar dictando la emoción, y no al revés.

Los efectos visuales empleados en Mood Indigo son una reminiscencia y, también, una insistencia del estilo que Gondry ha plasmado en sus filmes y obras audiovisuales anteriores. Se trata de una manipulación de la imagen desde lo artesanal, desde la creatividad en la construcción de los sets, en el armado de las peculiares máquinas y la edición, y no desde lo digital. El cine de Gondry posee texturas visuales muy marcadas por la materialidad de los objetos: en una época ahogada en los efectos digitales, su trabajo resulta sumamente llamativo debido a la especial atención que deposita en ellos. Éstos son materia tangible con peso, volumen y existencia –a diferencia de las creaciones virtuales que sólo representan la ilusión de elementos vivos–. Sus filmes son infantiles porque poseen la actitud de ser eternamente niños; busca emociones y sorpresas, se siente atraído por los colores y las formas, evidencia su gusto por materiales sencillos como telas, lanas, cartones, papeles, plásticos y juguetes.


Al igual que Georges Méliès, Gondry crea diversión y fascinación con sus trucajes elaborando sueños y fantasías visuales. Altera los tamaños normales de las cosas (como las enormes manos de Stéphane, interpretado por Gael García Bernal, en The Science of Sleep), reestructura el tiempo y el espacio (como la descripción visual de la mente de Joel, interpretado por Jim Carey, en Eternal Sunshine of the Spotless Mind), manipula la imagen mediante el montaje (escena donde Collin y Chloé bajan de la cama para asistir a la pista de patinaje y en una secuencia ininterrumpida cambian de vestimenta) con la intención de crear transiciones que unifican distintos momentos en una única realidad continua. Este incesante fluir lo ha desarrollado en el videoclip musical y en el anuncio publicitario, cuya brevedad (de ambos soportes) le ha permitido explorar (y explotar) este recurso. Es un discurrir parecido al de los sueños, donde los sucesos se entrelazan de manera sucesiva rompiendo las barreras del tiempo y el espacio. Este recurso lo empleó enEternal Sunshine of the Spotless Mind cuando Joel se somete al experimento para borrar los recuerdos de su amada: los paisajes se obscurecen, los objetos desaparecen, los edificios colapsan y los rostros se distorsionan: forma (la dirección de Gondry) y contenido (el guión de Charlie Kaufman) van de la mano. También fue empleado en The Science of Sleep, cuyo tratamiento visual resulta oportuno debido a que el personaje de Stéphane no tiene muy claro los límites entre sueño y vigilia. Los elementos resultan funcionales y subordinados al argumento del filme, pero por desgracia en Mood Indigo no es así. Se trata de un recurso efectista que le brinda dinamismo al filme para que el espectador no pierda interés; el atractivo universo –confeccionado por Gondry– se agota y no logra sostener un filme de 130 minutos de duración.


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