Moonrise Kingdom: Un reino bajo la luna
Comparto las reseñas del blog EN FILME por que en mi opinión me parecen las más precisas, acertadas, y claras sobre las peliculas que hay que ver, que he visto y que valen muchisimo la pena, y en el caso de Moonrise, el sabor de boca que me dejo fue bueno, muy bueno diria yo.
Y el ejercicio de llevar este blog, es para compartir lo que pienso respecto al Cine y el cual me fascina, con mi hija, contigo pequeña (ahora tienes 7 años) pero con esto me doy a la tarea de compartirte unas de mis grandes pasiones, quedan pendientes los libros, pero de eso ya con mas calma te hablare y te recomendare mis grandes favoritos,. por ahora te dejo esto, tomate el tiempo para leer, para ver esas peliculas y espero para que las disfrutes tanto como yo las adore al verlas.
En Moonrise Kingdom, una tormeta trastorna al pueblo de New Penzance. El vendaval destruye y renueva la isla de forma física y la tormenta llamada Suzy y Sam la reforma desde dentro.
★★★★✩por Carolina León Parra (@scleon20)
Despiertas un día y tu corazón no deja que te levantes. Poco a poco tus ojos se abren y no pueden ver por la gran cantidad de luz. El sol te molesta, el ruido también. Tu corazón palpita agitadamente y sientes vacío el pecho. Quieres llorar, gritar y volver a dormir. Tu mente no descansa y solo puedes ver una imagen en ella: el amor de tu vida. Pasional, loco y destructivo amor.
Nos gusta enamorarnos. Y si el amor nos ha sido duro, despiadado, humillante y trágico, pues entonces nos gusta que nos cuenten historias de amores que perduran y más si son juveniles, que es cuando generalmente nos rompen el débil corazón que todos tenemos. Moonrise Kingdom nace de esta forma, como el relato de amor inocente proveniente del imaginario de Wes Anderson –que antes nos hizo escapar de nuestra realidad con Rushmore (1998), The Royal Tenenbaums (2001) y su más reciente obra en stopmotion: Fantastic Mr. Fox (2009)– y su coguionista Roman Coppola.
Anderson quiso hacer una historia dedicada al primer amor, que es el más puro y, con él, el mundo cobra una latente esencia romántica. Amores intensos, fatales e inolvidables. El director y su coguionista lo abordan con un tono de aventura casi sin sentido para los adultos, pero necesaria para los niños. Los adultos no lo comprenden, tampoco lo buscan. No pueden entender lo bello e inocente de bailar en ropa interior con un son francés, o de dormir abrazado sin buscar el pecado. Nosotros somos los adultos, los espectadores, y lo que Anderson busca es hacernos recordar aquel amor incorruptible y regresarnos a esa inocencia bella. Busca hacernos reflexionar sobre la locura del amor, y lo puro que puede ser en la privacidad de una cama.
La acción toma lugar en una apartada e inventada isla de Nueva Inglaterra, New Penzance, en el lejano año de 1965. Una isla sin carreteras, sin aeropuerto, donde la forma más sencilla de transportarse es a través de los ríos que la atraviesan o sus caminos montañosos. Sam (Gilman) y Suzy (Hayward) se ven y se enamoran, pero no pueden estar juntos, pues viven en extremos opuestos del lugar. A través de una relación epistolar se conocen más. Se narran el uno al otro sus incomprendidas vidas en una sociedad de adultos sin encanto, y finalmente se aman al punto de querer escapar para estar juntos. Así parten a una aventura que lleva por delante la bandera del amor, exponiendo en su huida la moral de los personajes adultos que los rodean como secundarios.
La cinta, capitulada, inicia con una introducción al mundo donde ocurre este encuentro. "The Young Person’s Guide to the Orchestra" de Benjamin Britten nos guía al compás de una serie de movimientos de cámara muy exactos y limpios (de suaves y quirúrgicos dollys y travellings), a través de los simétricos pasillos y escondites de la casa de Suzy. Su familia se establece como una esfera sin escapatoria, en la que la hija mayor requiere binoculares para poder mirar hacia afuera. El paseo inicial por el hermético mundo dentro de la casa es un preámbulo de lo cerrada que es también la isla, especialmente cuando la azota un diluvio.
El siguiente capítulo corresponde al campamento de Sam, donde reina la precisión, el orden y la inteligencia scout. Este es también un espacio cerrado, donde Sam, para escapar, debe hacer un hoyo en su tienda de acampar, que representa el resquebrajamiento de la normalidad en el lugar.
Ambos niños huyen de sus hogares para emprender el camino hacia el amor. Ambos aventureros son incomprendidos, ambos problemáticos, ambos más serios que los mismos adultos que los rodean y que representan muchos de los desórdenes que nos regala el crecer: la falta de comunicación, el adulterio, la soledad, la frialdad, incluso hay un policía perdedor, personificado en un carácter de eterna melancolía y soledad por Bruce Willis.
Suzy nos recuerda a alguien, a la actriz francesa Anna Karina. Su rostro es inocente y ausente. Sus ojos nos introducen a ella como fosas profundas. Moonrise Kingdom resuena a Pierrot Le Fou (1965), con quien comparte no solo el año en el que está situada, sino la historia, los personajes desajustados, los colores cálidos y primarios, hasta el vestido rosa que usan Suzy y Marianne en la playa inhabitada en la que se resguardan. Alejándose del final trágico de la cinta de Jean-Luc Godard, Anderson y Coppola nos muestran el secreto de un amor tan grande que se desborda y afecta a todos los que se topan con este torbellino; bajo una textura tan detallada, tan cálida y hogareña y tan personal que hacen de este mundo algo particularmente nostálgico.
El hermetismo es un método en la película. Los mundos se cierran concéntricamente. Está desde la isla alienada de todo, hasta la pequeña caleta donde se resguarda la pareja del resto de la sociedad y que bautizan como “Moonrise Kingdom”. Este enajenamiento remite a los libros, que tan celosamente guarda Suzy en su maleta. Libros de viajes y de fantasía. Libros que forman parte importante de otras cintas de Anderson. Libros que representan que la necesidad de aislamiento en Moonrise Kingdom conduce a pequeños rincones donde escapamos de la realidad.
Mucho del artificioso y súperdecorado mundo de Anderson puede parecer inverosímil. Su obra está plagada de curiosos objetos. Las casas están llenas de cuadros; las valijas, de libros; el tren, de habitaciones. Cada elemento posee un significado. Por ejemplo, Suzy lleva consigo un equipaje sumamente impráctico para un escape a través de la naturaleza, lleno de elementos que aportan poco a su viaje pero mucho a su personaje: libros, comida para su gato, un tocadiscos y pilas. Esa maleta no son solo sus pertenencias, es el peso de la vida que lleva. Sus libros de fantasía, donde se esconde; las tijeras para zurdo, la hacen diferente. Ella carga con esa maleta y solamente ella la puede cargar. Es una forma en la que podemos entender su trasfondo, y lo asimilamos sin prejuicio pues ya hemos entrado en la convención de los seres excéntricos del mundo de Anderson. Sus personajes cargan su conflicto interno en las manos –está Margot y sus libretos en The Royal Tenenbaums, Steve Zissou y su tripulación en Life Aquatic, Francis, Peter y Jack con las maletas de su padre en The Darjeeling Limited.
La inocencia se respira a través de cada encuadre que presenta la película. No es naïve, ni descuidada, aunque sí alude a lo irresponsable pero sobre todo a lo romántico del primer amor, cómo nos hace capaces de enfrentarnos a lo sublime y nos hace reflexionar sobre nuestra condición como seres sensibles. La aventura que emprenden no solo tiene los obstáculos familiares y sociales, su amor imposible afecta incluso al medio ambiente, y el obstáculo del clima también se antepone al amor. Sam y Suzy están preparados para morir bajo la lluvia y truenos por su amor, como seres románticos del siglo XIX, aunque los espectadores sepamos que nada va a sucederles. Es un cuento para niños, así que prescindimos de las grandes tragedias, aunque para ellos la amenaza de la separación lo sea. En Moonrise Kingdom, una tormenta trastorna al pueblo de New Penzance. El vendaval destruye y renueva la isla de forma física, y la tormenta llamada Suzy y Sam la reforma desde dentro.
Moonrise Kingdom es la conjunción de todo el discurso de Anderson implementado de otra forma. En The Royal Tenenbaums vimos a dos niños enamorados que crecieron y muy tarde se declararon su amor. Antes de eso, en Rushmore, a un niño enamorado de alguien que no es de su edad, ni nacionalidad. Nos encontramos a un padre enamorado de la novia de su hijo (Life Aquatic), e hijos que no son correspondidos por los padres (The Darjeelin Limited). Wes Anderson nos habla de él mismo. Él es el padre ausente en búsqueda de un deseo (Steve Zissou), es el niño incomprendido con demasiados sueños para su pequeño pueblo (Max Fisher), es la casa donde vive una familia llena de excéntricos (los Tenenbaums) y, finalmente, es un pueblo arrasado por el amor, buscando alejarse de la adultez y de retomar aquella locura.
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